martes, abril 17, 2007

Dolor y destrucción: En memoria de las víctimas del Holocausto y de la masacre en Virginia Tech

Doy clases en una universidad y me tiene en shock pensar en la masacre del lunes pasado en Virginia Tech. Como maestra, mi responsabilidad es proteger a mis alumnos y esta situación me hace sentirme insegura. En mi cuidad los ataques de los narcotraficantes son cosa de todos los días y esa gente no se detiene ante nada. Sí, se supone que para entrar al campus debes entregar una identificación y que hay guardias por todos lados. Pero no nos libraríamos de algo como un psicópata armado.

Entender cómo una persona puede matar a sangre fría a otra, es difícil. Por más que haya una historia de alguna relación turbulenta común, no se comprende cómo se llega a ese momento de locura. Tampoco se entiende el odio que conduce a buscar el exterminio de un grupo étnico. Sin embargo, los asesinatos son cosa de todos los días y la limpieza étnica sigue siendo una opción válida en algunas partes del mundo.

Ya sea que un solo individuo tome un arma y asesine todas las personas que pueda, como desgraciadamente ocurrió el lunes en el campus de Virginia Tech, o un gobierno como el de la Alemania nazi dé la orden de aniquilar de manera sistemática a millones de judíos y a gitanos, entre otros, se trata de comportamientos aberrantes. A propósito, el domingo se conmemoró el Día del Holocausto entre las comunidades judías.

Sin embargo, los psicópatas son una realidad e incluso la gente “normal” pierde sus valores morales una vez que desaparecen las instituciones que regulan el comportamiento social. Por ejemplo, los expertos de Yad Vashem –la institución oficial israelí para asuntos del Holocausto- sostienen que se creó un triángulo entre las víctimas, los perpetradores y los “circunstantes” (bystanders, en inglés) entre las primeras políticas antisemitas de Hitler y la puesta en marcha de los campos de exterminio. Ya sabemos quienes fueron las víctimas, pero la lista de perpetradores es más grande de lo que se piensa.

Es decir, que como perpetradores no sólo se cuenta a los que jalaron el gatillo o apretaron el botón que accionó las duchas de gas, sino a personas comunes y corrientes que nunca cometieron un crimen, pero que colaboraron con los nazis denunciando a judíos por algún tipo de presión o para quedarse con sus posesiones. En la tercera categoría, la de los “circunstantes”, están los que pudieron hacer algo y se quedaron cruzados de brazos. Es duro de asumirlo, pero es lo que haríamos casi todos.

En el caso de Virginia Tech, se puede pensar que las autoridades reaccionaron de manera lenta e irreal para proteger a la comunidad universitaria al mandar correos electrónicos advirtiendo a los alumnos de la situación justo cuando el segundo tiroteo se llevaba a cabo. Aunque en su defensa se puede argumentar que también es difícil obtener información y distinguir un crimen aislado de uno que será el primero de una cadena de asesinatos. Es decir, los super agentes de C.S.I. son una ficción y en la vida real la burocracia interviene cuando una institución tiene que resolver una situación como ésta o aplicar una política.

El grupo en el que podemos estar todos nosotros es el de los “circunstantes”. Por que a veces los acontecimientos son tan grandes que rebasan nuestra capacidad de comprensión y nos quedamos paralizados ante una situación que requiere saber actuar en momentos de crisis. Pero también a veces es más sencillo no hacer nada para poder salvarse uno mismo.

Otras veces, los héroes surgen de entre las personas comunes. Una víctima del tiroteo de anteayer era el Dr. Liviu Librescu, un sobreviviente del Holocausto de origen rumano nacionalizado israelí. Con su cuerpo bloqueó la puerta de su salón para impedir la entrada del asesino y permitir que sus alumnos salvaran sus vidas huyendo por las ventanas. Yo no sé si yo habría hecho lo mismo. Lo que sí sé es que hoy me fijé -como nunca- en que mi salón es el primero al subir el elevador, que la puerta no se puede cerrar por dentro y que no es opción saltar por las ventanas de un sexto piso. Todo el camino de ida a mi curso fue pensar en salidas de emergencia y en cómo podría salvarme de una cosa así. No con paranoia -aclaro- pero como una forma de crear un plan de salvación. No sé si serviría de algo, pero por lo menos empiezo a considerarlo. Pensar de cero en un momento de crisis no me garantiza que el instinto y el estrés me lleven a la solución adecuada.

Cuando se trata a la distancia un evento como el Holocausto o la masacre de Virginia Tech, es imprescindible honrar la memoria de los fallecidos y trabajar todos los días para que la gente entienda que la violencia es la solución equivocada a los problemas. No hay un solo asunto que no pueda resolverse de manera pacífica. Suena idealista, pero tenemos que dejar de pensar que la violencia es la solución mejor. Es la más rápida, pero no resuelve nada. También, abogo una vez más por los exámenes psicológicos a los alumnos. Yo he conocido algunos bastante desequilibrados en mi universidad y nunca entendí cómo siguieron ahí.

3 comentarios:

Tania dijo...

Creo que este tipo de situaciones, además de honrar a las víctimas se debería hacer un análisis más crítico a nivel social evitando caer en el moralismo. Una chica estadounidense que conozco me ha enviado esta reflexión sobre Columbine y da mucho a qué pensar

Gabriela De la Paz dijo...

Bueno, pero creo que tenemos que cambiar ese final de las películas y las series en que todo se resuelve cuando matan a tiros al asesino. Hay que dejar de ver a la violencia como una solución viable.

javet dijo...

me encanto todo